Qué fin de semana, ¿eh?
Si se lo decían a Male 2018 se revolcaba
por el piso de risa incrédula, incapaz de darle crédito a algo tan
descabellado.
Y sin embargo…
Sábado, 20:30.
El brillo de Victoria’s Secret.
El top blanco, el pantalón azul. Sí, vos
sabés que así matás.
Nervios.
Mucha onda, muchas dudas.
Sabías lo que hacías. Sabías que estabas
determinada a que las cosas pasaran. Un poco te saliste con la tuya y un poco
no, y bueno, Adonis reapareciendo te nubló la mente (porque no deja de ser el
alfa absoluto, sin dudas, y que te venga a rogar esa criatura es tentador y
francamente surrealista). Pero pensabas con la suficiente claridad.
Y dijiste “hoy hago lo que quiero”.
Bueno, si sabés lo que querés eso es relativamente fácil. El tema es sortear
qué carajo querés. Pero bueno, querías. O parte de vos quería.
Y lo extraño es…que lo hiciste.
Bienvenido al club, Número 3.
Domingo (o lunes) a la madrugada.
Estabas durmiendo arriba de un apunte, porque siempre se puede ser más
patética, y sonó. Reconociste el sonido porque es diferente (porque sos una
enferma). Y claro que levantaste el orto, te retocaste el maquillaje y saliste
cual perro fiel.
No, Male 2018 no lo hubiera hecho.
Pero bueno, es Adonis. Y a Adonis le
decimos que sí aunque nos pida que a las cinco de la mañana nos tomemos una
carreta a Calamuchita vestidas de cabareteras. Lo hacemos, ¿no?
Buena, drama queen, que no es para
tanto, que saliste ganando esta vez. Casi home run, diría yo. Y lo hiciste con
todo gusto, con la satisfacción de salirte con la tuya un día más. Te llevaste
más de lo que pedías. Oh sí, algo ganaste.
Bueno, le dijiste que sí. Pero te morías
de ganas de decirle que sí.
Quizás no estés simplemente diciendo que
sí como un perro.
Quizás hayas ganado agencia.
Y quizás, sólo quizás, la bruja que sos
tenía razón (hora de retomar ese texto,
por cierto). Capaz esta vez la falsa Afrodita gana algo.
Male 2019 está determinada a ganar.
Y el recuento somero de eventos no
alcanza para explicar el mambo mental que tuve estos días (y los previos), ni
el quilombo hormonal que me llevó a eso, ni las emociones extrañas.
El punto es que Número 3, interesante
como es, me abrió la cabeza. Dos personas paradas en puntos tan disímiles, con
concepciones tan diferentes de las cosas, coincidiendo en un punto, entablando…algo.
Un vínculo efímero si querés pero no por eso menos real.
No, él no es Adonis. Y no, yo no soy la
principal. Quizás eso lo hacía interesante. La no obligación de que todo sea
perfecto, el miedo, la necesidad de impresionar. Nadie necesita que lo efímero
sea perfecto, porque no lo podés capturar para comprobar su perfección. Lo
efímero es. Y ya.
Medio que con Adonis siempre me esfuerzo
para ser bonita, graciosa, irónica, perfecta (que no soy, que no seré). Y en no ser intensa, demasiado cariñosa,
demasiado demostrativa, patética, insistente. Como si dar un paso en falso
fuese la perdición (¿y qué es un paso en falso, además?). Como si pudiese ser
suprahumana y controlar absolutamente todo. Hay algo de la vieja Male en todo
ese control. Pero la nueva Male le está ganando espacios.
Quizás lo de Número 3 fue el laboratorio
perfecto para esa nueva Male, porque no había lugar para la perfección. Era lo
que era, y ya. Nada de devanarse los sesos pensando respuestas ingeniosas todo
el tiempo. Nada de vivir con el peso en los metatarsos para correr en la
dirección opuesta si todo se desbarranca. Nada de matarse a latigazos
simbólicos cuando las cosas salen mal (porque, si lo pensás, hubo un disparo
que salió por la culata y no te importó mucho que digamos).
Y la charla…boom.
Número 3 y el amor romántico, muy en
claro. Respeto aunque no comparta, pero admiro la claridad.
Male y el amor romántico, por otro lado...
¿Qué es el amor, Male 2019?
Ya no es el amor ciego de los tiempos
violentos, ni el amor absoluto de los tiempos borreguiles, ni el amor dopado de
los tiempos de internaciones psiquiátricas.
Es amor en tiempo presente. Y mierda que
difiere de los anteriores.
Pero no deja de ser amor y lo sabés. Vos
sabés lo que te pasó y lo que te pasa, aunque no sepas qué implica o estés
aterrada de admitirlo. Pero eso no es admiración, no es reconocer talento, no
es “che mirá qué piola”, no es “qué linda persona”, no es “wow cómo toca”. Es
decir, no es nada de eso (o no es principalmente eso). Y, si no es amor, ¿qué
es? ¿Acaso las cosas no se definen por su absoluta y negativa diferencia entre
sí? Si todo esto difiere del deseo puro (que con vos no existe), de la amistad,
de la buena onda, de la admiración, de lo platónico, muchas categorías no
quedan.
Digamos que le ponés el nombre de amor romántico ante la falta de
categorías, aunque sea con un sentido propio. Un sentido nuevo, diferente al
que tenías antes.
Uno de los elementos nuevos es la
variedad simultánea de objetos de deseo. Siempre tuve una monogamia rígida
hasta en el nivel del deseo, si me gustás vos el resto del mundo desaparece. Y
ahora…boom. No desaparecen, a lo sumo
se ordenan jerárquicamente en un organigrama un poco ridículo. No sólo no
desaparecen sino que actúan y me hacen actuar en consecuencia. Y no se anulan
entre sí.
Descubrí que el deseo puede funcionar
fuera del amor romántico como lo entendía, en un registro diferente. Hay
emoción, pero es otra, que no sé identificar. Un cariño volátil, nada de
instinto protector, algo más de juego. Ok, ¿puede ser un juego sin perspectiva
de futuro? Eso para mí es nuevo.
Porque había cuidado, y había cariño, y
había intimidad.
Número 3, categoría nueva.
Pero sigue habiendo una categoría
relativamente estable, invariante.
La constante.
Adonis.
Siempre fuiste la groupie.
Todos músicos, uno tras otro.
Me parece que es esclarecedor. A ver,
sos bailarina, no música. Vos dejás que la música la haga otro y te movés en
consecuencia. Ellos te marcan el ritmo, arman la melodía como quieren,
encadenan las notas y los silencios. Y vos te dejás llevar.
Y bailás. Porque claro, vos hacés eso,
eso es lo que hiciste siempre: bailar al ritmo que otros proponen.
Pero no sos sólo una simple bailarina.
No tocarás un instrumento pero cantás, zapateás. Sos perfectamente capaz de
proponer un ritmo, de armar una armonía, de hacer música sola.
Ahí radica el cambio. Ya no querés
bailar la música de otros, no querés moverte como una marioneta al ritmo que te
marcan.
La flautista de Hamelín ahora sos vos. Y
se agarran, que armás tu propio ritmo y bailarán hasta desmayarse y si no les
gusta ahí está la puerta.
Pero no.
No es eso tampoco.
Vos no querés jerarquía, no querés
flauta mágica, no querés conducir un ejército de zombies ni bailar hipnotizada
hasta el cansancio dejando que otro sea el maestro de orquesta.
Vos querés crear música en conjunto.
¿Y si el amor romántico fuese eso?
Igualdad en la capacidad de agencia,
abolición de las jerarquías, un piso común y algo a construir. Una melodía que
al principio se improvisa y después establece su propio leitmotiv.
Y las canciones no duran para siempre,
pero eso no quiere decir que los vínculos se desarmen. Quizás sólo indique un
cambio de canción.
Estoy agotada de las metáforas pero
siento que nunca puedo llegar al fondo de las cuestiones y las termino
definiendo en términos de otras, con desplazamientos de sentido permanentes.
¿Será insimbolizable el amor romántico?
¿Va cambiando de significantes con el tiempo porque nunca encontrará un
Significante Amo?
¿Es acaso la sensación de victoria
agridulce del fin de semana la que no podés terminar de simbolizar?
Y
sin embargo…es algo concreto. Como darse vuelta en la cama y sentir que se daba
vuelta conmigo para abrazarme.
Es decir, existe. Algo de eso existe, es
tangible, no puede ser que todo te lo hayas imaginado. Está ahí.
Existe como las notas hipnóticas en el
aire acompañadas de una voz rasposa pero dulce. Como un tacto háptico diferente
a cualquiera que hayas tenido, que podrías reconocer. Como las emociones que sabés
que tenés y que estás tapando. Como dos latidos que se aceleran y no por
casualidad.
Que caiga o no bajo la categoría de amor
romántico depende solamente de quien arme la cadena de significación. A ver,
que un par de significantes casi siempre están claros, pero no todos. Cada
quien arma su cadena como puede y juzga conveniente.
Y vos, Male 2019, ¿qué ponés en esa
cadena?
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