7.5.19

¿Amor? en tiempo presente


Qué fin de semana, ¿eh?
Si se lo decían a Male 2018 se revolcaba por el piso de risa incrédula, incapaz de darle crédito a algo tan descabellado.
Y sin embargo…

Sábado, 20:30.
El brillo de Victoria’s Secret.
El top blanco, el pantalón azul. Sí, vos sabés que así matás.
Nervios.
Mucha onda, muchas dudas.
Sabías lo que hacías. Sabías que estabas determinada a que las cosas pasaran. Un poco te saliste con la tuya y un poco no, y bueno, Adonis reapareciendo te nubló la mente (porque no deja de ser el alfa absoluto, sin dudas, y que te venga a rogar esa criatura es tentador y francamente surrealista). Pero pensabas con la suficiente claridad.
Y dijiste “hoy hago lo que quiero”. Bueno, si sabés lo que querés eso es relativamente fácil. El tema es sortear qué carajo querés. Pero bueno, querías. O parte de vos quería.
Y lo extraño es…que lo hiciste.
Bienvenido al club, Número 3.

Domingo (o lunes) a la madrugada. Estabas durmiendo arriba de un apunte, porque siempre se puede ser más patética, y sonó. Reconociste el sonido porque es diferente (porque sos una enferma). Y claro que levantaste el orto, te retocaste el maquillaje y saliste cual perro fiel.
No, Male 2018 no lo hubiera hecho.
Pero bueno, es Adonis. Y a Adonis le decimos que sí aunque nos pida que a las cinco de la mañana nos tomemos una carreta a Calamuchita vestidas de cabareteras. Lo hacemos, ¿no?
Buena, drama queen, que no es para tanto, que saliste ganando esta vez. Casi home run, diría yo. Y lo hiciste con todo gusto, con la satisfacción de salirte con la tuya un día más. Te llevaste más de lo que pedías. Oh sí, algo ganaste.
Bueno, le dijiste que sí. Pero te morías de ganas de decirle que sí.
Quizás no estés simplemente diciendo que sí como un perro.
Quizás hayas ganado agencia.
Y quizás, sólo quizás, la bruja que sos tenía razón (hora de retomar ese texto, por cierto). Capaz esta vez la falsa Afrodita gana algo.
Male 2019 está determinada a ganar.

Y el recuento somero de eventos no alcanza para explicar el mambo mental que tuve estos días (y los previos), ni el quilombo hormonal que me llevó a eso, ni las emociones extrañas.
El punto es que Número 3, interesante como es, me abrió la cabeza. Dos personas paradas en puntos tan disímiles, con concepciones tan diferentes de las cosas, coincidiendo en un punto, entablando…algo. Un vínculo efímero si querés pero no por eso menos real.
No, él no es Adonis. Y no, yo no soy la principal. Quizás eso lo hacía interesante. La no obligación de que todo sea perfecto, el miedo, la necesidad de impresionar. Nadie necesita que lo efímero sea perfecto, porque no lo podés capturar para comprobar su perfección. Lo efímero es. Y ya.
Medio que con Adonis siempre me esfuerzo para ser bonita, graciosa, irónica, perfecta (que no soy, que no seré). Y en no ser intensa, demasiado cariñosa, demasiado demostrativa, patética, insistente. Como si dar un paso en falso fuese la perdición (¿y qué es un paso en falso, además?). Como si pudiese ser suprahumana y controlar absolutamente todo. Hay algo de la vieja Male en todo ese control. Pero la nueva Male le está ganando espacios.
Quizás lo de Número 3 fue el laboratorio perfecto para esa nueva Male, porque no había lugar para la perfección. Era lo que era, y ya. Nada de devanarse los sesos pensando respuestas ingeniosas todo el tiempo. Nada de vivir con el peso en los metatarsos para correr en la dirección opuesta si todo se desbarranca. Nada de matarse a latigazos simbólicos cuando las cosas salen mal (porque, si lo pensás, hubo un disparo que salió por la culata y no te importó mucho que digamos).
Y la charla…boom.
Número 3 y el amor romántico, muy en claro. Respeto aunque no comparta, pero admiro la claridad.
Male y el amor romántico, por otro lado...

¿Qué es el amor, Male 2019?
Ya no es el amor ciego de los tiempos violentos, ni el amor absoluto de los tiempos borreguiles, ni el amor dopado de los tiempos de internaciones psiquiátricas.
Es amor en tiempo presente. Y mierda que difiere de los anteriores.
Pero no deja de ser amor y lo sabés. Vos sabés lo que te pasó y lo que te pasa, aunque no sepas qué implica o estés aterrada de admitirlo. Pero eso no es admiración, no es reconocer talento, no es “che mirá qué piola”, no es “qué linda persona”, no es “wow cómo toca”. Es decir, no es nada de eso (o no es principalmente eso). Y, si no es amor, ¿qué es? ¿Acaso las cosas no se definen por su absoluta y negativa diferencia entre sí? Si todo esto difiere del deseo puro (que con vos no existe), de la amistad, de la buena onda, de la admiración, de lo platónico, muchas categorías no quedan.
Digamos que le ponés el nombre de amor romántico ante la falta de categorías, aunque sea con un sentido propio. Un sentido nuevo, diferente al que tenías antes.
Uno de los elementos nuevos es la variedad simultánea de objetos de deseo. Siempre tuve una monogamia rígida hasta en el nivel del deseo, si me gustás vos el resto del mundo desaparece. Y ahora…boom. No desaparecen, a lo sumo se ordenan jerárquicamente en un organigrama un poco ridículo. No sólo no desaparecen sino que actúan y me hacen actuar en consecuencia. Y no se anulan entre sí.
Descubrí que el deseo puede funcionar fuera del amor romántico como lo entendía, en un registro diferente. Hay emoción, pero es otra, que no sé identificar. Un cariño volátil, nada de instinto protector, algo más de juego. Ok, ¿puede ser un juego sin perspectiva de futuro? Eso para mí es nuevo.
Porque había cuidado, y había cariño, y había intimidad.
Número 3, categoría nueva.
Pero sigue habiendo una categoría relativamente estable, invariante.
La constante.
Adonis.

Siempre fuiste la groupie.
Todos músicos, uno tras otro.
Me parece que es esclarecedor. A ver, sos bailarina, no música. Vos dejás que la música la haga otro y te movés en consecuencia. Ellos te marcan el ritmo, arman la melodía como quieren, encadenan las notas y los silencios. Y vos te dejás llevar.
Y bailás. Porque claro, vos hacés eso, eso es lo que hiciste siempre: bailar al ritmo que otros proponen.
Pero no sos sólo una simple bailarina. No tocarás un instrumento pero cantás, zapateás. Sos perfectamente capaz de proponer un ritmo, de armar una armonía, de hacer música sola.
Ahí radica el cambio. Ya no querés bailar la música de otros, no querés moverte como una marioneta al ritmo que te marcan.
La flautista de Hamelín ahora sos vos. Y se agarran, que armás tu propio ritmo y bailarán hasta desmayarse y si no les gusta ahí está la puerta.
Pero no.
No es eso tampoco.
Vos no querés jerarquía, no querés flauta mágica, no querés conducir un ejército de zombies ni bailar hipnotizada hasta el cansancio dejando que otro sea el maestro de orquesta.
Vos querés crear música en conjunto.

¿Y si el amor romántico fuese eso?
Igualdad en la capacidad de agencia, abolición de las jerarquías, un piso común y algo a construir. Una melodía que al principio se improvisa y después establece su propio leitmotiv.
Y las canciones no duran para siempre, pero eso no quiere decir que los vínculos se desarmen. Quizás sólo indique un cambio de canción.

Estoy agotada de las metáforas pero siento que nunca puedo llegar al fondo de las cuestiones y las termino definiendo en términos de otras, con desplazamientos de sentido permanentes.
¿Será insimbolizable el amor romántico? ¿Va cambiando de significantes con el tiempo porque nunca encontrará un Significante Amo?
¿Es acaso la sensación de victoria agridulce del fin de semana la que no podés terminar de simbolizar?

 Y sin embargo…es algo concreto. Como darse vuelta en la cama y sentir que se daba vuelta conmigo para abrazarme.
Es decir, existe. Algo de eso existe, es tangible, no puede ser que todo te lo hayas imaginado. Está ahí.
Existe como las notas hipnóticas en el aire acompañadas de una voz rasposa pero dulce. Como un tacto háptico diferente a cualquiera que hayas tenido, que podrías reconocer. Como las emociones que sabés que tenés y que estás tapando. Como dos latidos que se aceleran y no por casualidad.
Que caiga o no bajo la categoría de amor romántico depende solamente de quien arme la cadena de significación. A ver, que un par de significantes casi siempre están claros, pero no todos. Cada quien arma su cadena como puede y juzga conveniente.
Y vos, Male 2019, ¿qué ponés en esa cadena?

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