18.3.19

Terapia de choque


The moment where the “what might be's”
Turn into “might have been's”
Some other me- If/Then


Bienvenida de nuevo al punto de partida.
Era cuestión de tiempo, ¿no?
Yo creo que sí, que lo sabías. También lo sabía yo, lo sabíamos las dos. Pero igual saltaste al vacío pensando que capaz zafabas.
Y no.
Pero yo te dije que esta vez iba a ser peor, que la cachetada iba a ser definitiva y casi insoportable. Te dije, te dije una y mil veces y jamás quisiste escuchar. Porque sos ciega, sos sorda, sos imposible. Y mírate ahora, das pena.
Me gustaría decirte que te lo merecés pero resulta que es un problema mío también y estoy cansada de tus malas decisiones, de tu pendejada, de tu imbecilidad. Me tenés cansada y te (nos) quise eliminar y ya ves, que haya fallado no cambia las cosas. Seguimos estando en pie de guerra con el mundo y vos no te das cuenta que no podés pedir tanto, nena.
¿Qué te hace pensar que te dirían que sí? ¿Cuándo te dijeron que sí?
Nunca te van a decir que sí.

Este es el momento en que todas esas posibilidades se transforman en el veneno de lo no resuelto, en la hiel que te cierra la garganta, en una fantasía amarga que te carcome por dentro.
Ahora yo tengo que hacerme cargo y cerrar todas esas puertas que abriste cuando no estabas lista, cuando no estábamos listas. Nunca estaremos listas.
El mundo nunca te pidió y no hay razones para que te abras a él. Hasta cada vez que interactuás recibís poco feedback, sos como un fantasma, una cosa que no influye en la vida de nadie porque a nadie le importás.
¿No ves que nadie nunca tiene interés en lo que tengas para decir? ¿No ves que nadie toma lo que decís como ejemplo? ¿No ves que nunca sos relevante?
No tenés razón de ser en el mundo y el mundo no tiene por qué saber de vos.
No tenés razón para exponer lo que a nadie le importa.
No tenés razón. No tenés nada.
Nunca vas a tener razón, nunca vas a tener nada.
Nunca te van a decir que sí.

Yo te lo dije desde un principio, que no te metieras donde no te llamaban, que no hicieras lo imposible, que no pretendieras ser lo que no serás nunca.
Objeto de deseo, se me ríen las tetas, se me ríe el desgano, se me ríe el agujero en el medio del pecho y se me ríe la Parca al lado mío.
¿No ves que pasa siempre lo mismo, no ves el patrón? Tarde o temprano la gente se cansa de vos porque no sos especial y no sos suficiente. Tarde o temprano aparece alguien mil veces mejor, alguien más interesante, alguien inmensamente mejor, alguien con muchísima más belleza (bueno, eso difícil no es). Tarde o temprano se rompe el hechizo, la imagen de mujer se rompe y aparecés vos, adefesio. Un pobre monstruo mal terminado, un remedo de Golem sin poder.
A los Golems les dicen qué hacer, no les dan oportunidades, no los dejan crecer, no les dan amor.
Nunca nadie abrazaría un Golem, nadie le daría voluntad propia, nadie querría poner a un Golem como su igual.
Nunca vas a dejar de ser un Golem mal hecho.
Nunca te van a decir que sí.

Y que te abras una vena no le soluciona nada a nadie. Quién te dice y terminás reencarnando en una planta de marihuana. Macho, obvio, para reafirmar que sos una criatura inútil que nunca tuvo el poder de hacer feliz a nadie. Ni siquiera a sí misma, ni una vez.
No me parece la solución. Ya lo intentamos y no nos salió bien. O capaz sí y esto es el limbo, el inmundo limbo, el purgatorio donde pagás por tu existencia inútil, por haber gastado oxígeno al pedo.
Criatura monstruosa, criatura irrelevante, criatura inútil.
Entonces abrirse una vena no, qué tanto.
Y eso de andar marcándote con fuego tampoco serviría de mucho. Antes era para cortar el llanto pero ahora no tenés ni llanto, tan inútil sos que no sabés ni llorar siquiera. Criatura idiota, hasta un bebé sabe llorar, ¡y vos no sos capaz de dejar caer ni un puto par de lágrimas!
Quién te querría, criatura. Quién podría decirte que sí.
Nunca te van a decir que sí.

Y vos fuiste, como siempre, a elegir lo más difícil.
¡Mirá dónde fuiste a posar esos ojos tristes, amiga!
Y yo te lo dije, cuidate, cuidanos, hacé algo, no, mejor no, mejor no hagas nada, escondete, escondete abajo de la mesa, no contestes, desaparecé, ignoralo, cuidate, cuidanos, esto sale mal sí o sí.
Y te lo dije porque lo sabía, sabía que iba a terminar mal, que vos ibas a terminar mal y yo por ende barriendo los platos rotos.
¿Que cómo lo sabía? Es fácil. ¿No ves que a veces la belleza de alguien puede doler como un golpe, como una bala bien disparada que te perfora y te deja un hueco que lo único que hace es sangrar? No, no lo ves, claramente, si a vos te salían corazones de los ojos porque era la perfección, el sueño, la fantasía encarnada.
Pero yo sí lo vi.
Ah, cómo quemaba, cómo dolía, cómo perforaba esa belleza. A mí también casi me engaña pero yo sabía, yo sabía mujer, lo sabía como vos nunca sabés nada. Lo supe siempre y lo sé ahora porque yo también siento la quemazón, siento el dolor mucho más intenso que nunca. Porque a mí también me atonta y me duele, porque yo siento lo mismo pero no dejo que eso quite el hecho de que no estamos hechas para esto.
No estamos listas ni hechas para esa clase de cosas. ¿No tuviste suficiente? ¿No fue suficiente el mes en el infierno? ¿Necesitás más? ¿Aún no te llenaste de cicatrices, de golpes, de dolor, de vacío?
Podrías haber evitado mirarlo, podrías haberte negado, no hubieses entrado en el juego…podrías, deberías, no hubieses. Todos condicionales que podrías haber entendido como la mejor opción, pero no, claro que no.
Te dejaste hechizar por la débil posibilidad de que semejante Adonis fuese alcanzable.
Nunca lo fue. Nunca fue su intención hacer otra cosa que no fuese usarte, tenerte como el perrito que sos. Nunca quiso decirte que sí.
Nunca te van a decir que sí.

Y a ver si a fuerza de tanto repetírtelo, de tanto pensarlo, de tanto hilar las palabras, una tras otra, una y otra vez, a ver si lo entendés, no es tan difícil, hasta vos podés hacerlo.
Repetí conmigo, repetí el mensaje.
Repetilo como una terapia de choque para que te enfrentes a la realidad cruda que no querés aceptar, a la verdad que siempre supiste, a lo que siempre escuchaste y nunca quisiste creer, repetilo hasta chocar con la dureza de las palabras.
Que te martille, que resuene por tu cuerpo de monstruo y tu mente marchita, que golpee por todas partes, que tape donde hubo una caricia, que reemplace al abrazo hasta que sólo haya un grito desgarrador que puedas escuchar.
Nunca te van a decir que sí.