10.2.19

Memoria e insuficiencia


Anoche volví a soñar con vos. Y qué querés que te diga, estoy harta.
Así que voy a tratar de recomponer mi cadena de pensamiento de la última pesadilla, a ver si la puedo exorcizar. Venga, vamos, acompañame que esto es íntegramente tu culpa.
Narrativamente era bastante simple: por alguna razón nos veíamos, hablábamos. Pero yo no escuchaba tu voz sino mis propios pensamientos. Simbólico, ¿no?
Y pensaba muchas cosas mientras el mundo giraba alrededor nuestro, como en las epifanías de las series. Quizás hasta el final haya sido una epifanía. Quizás no. Pero vos sabés que yo soy medio bruja y ando profetizando cosas. Sí, ya sé, vos sos más médium que yo, pero no me restes mérito que bastante he aclarado oníricamente.
Tengo una nebulosa de todo lo que pensaba y sólo el final está en su lugar, así que acompañame a esta asociación libre para nada freudiana y bastante poco ortodoxa.
Let’s go.

Recuerdo que me preguntaba qué mierda hacía ahí con vos, metida en una conversación bizarra (porque no necesitaba escucharla para saber que una conversación nuestra no puede ser otra cosa que bizarra).
Y hablando de recordar, me ahogó una catarata de recuerdos y de olvidos. Más olvidos que recuerdos.
Me olvidé muchas cosas que antes tenía grabadas a fuego. Me olvidé el tacto de tu pelo en mis dedos, el peso de tu cabeza en mi pecho, dónde empieza tu sonrisa. Me olvidé tu tacto háptico, tu aroma, el gusto de tus panes rellenos.
Otras las recuerdo como a través de una cortina de humo. Sé que puedo reconstruir tus facciones como lo hace un ciego, pero no termino de encajar las piezas en su lugar. Tu voz en mis sueños suena distorsionada, metálica, desganada. Y no creo que haya sido así.
Pero, ¿importa acaso la verdad cuando nuestros recuerdos no son más que niebla construida porque le tenemos pánico al olvido? ¿Cuál es el punto de recordar gente que ya no está porque eligió no estar, de guardar en tu memoria sus datos y su imagen? Conozco tantas cosas tuyas que no quiero saber: tu historia, el nombre de tu primera novia que ahora que lo pienso no es casual, tus gustos, tus texturas. ¿Cómo se hace para borrar todo eso? ¿Quién asumió que yo quería recordar? ¿Acaso pensás que para mí es divertido que mi inconsciente te reconstruya porque una vez te conocí como la palma de mi mano? Es tortuoso, es difícil, y no lo quiero. Soy como Funes el memorioso, atada a la tortura de tener una memoria prodigiosa que no quiero. Yo sólo quiero olvidar.
Ya no diferencio entre recuerdo y reconstrucción. Contar todo se me hace difícil porque mi percepción del pasado está asaltada por sentimientos encontrados: ¿quiero recordar para escribir o quiero olvidar para sanar? En el fondo mi orgullo por no idealizarte y por no tener nada de nostalgia se empaña porque aún así recuerdo. Contra mi voluntad te recuerdo, contra mi salud. Ya no quiero recordar, déjenme olvidar, dejame olvidar.
No podré olvidar hasta que escriba y eso implica que no habrá sanación hasta no vomitar hasta la última palabra. Ok, acepto tu desafío…no te quejes del resultado.

La memoria emotiva es curiosa, y sobre todo cuando se trata de estímulos materiales o sensoriales. Digo, puedo convivir perfectamente con el unicornio de peluche que me regalaste (já, vengan de a mil a querer sacarme mi unicornio, los desafío), pero no puedo tomar café en la taza que usabas vos. Uso tranquilamente la camisa de jean pero el universo no permita que me cruce a alguien usando tu perfume porque empiezo a temblar como una nena. Y la peor: no puedo ni ver las mochilas rojas y grises. No, no es joda, me hacen mal. Una vez me crucé en el subte a un tipo con una mochila igual a la tuya y me puse a HIPERVENTILAR. Charlame de traumas y de una memoria tan perfecta y ridículamente detallista que duele (la flaca no se acordaba tu voz pero sí tu mochila, totalmente normal).
Siempre he sostenido que las relaciones fallidas y mal terminadas te arruinan una buena lista de cosas, pero eso es tema de otro texto…o capítulo, si te gusta el término. Ah sí, la promesa del libro. Creo que tocamos ese tema en el sueño pero no sé cuál era el enfoque. ¿Te acordás que me alentabas a escribir? Jamás pensé que iba a terminar escribiendo de vos. Vos ibas a ser el futuro, lo que seguía al punto final de mi tragedia. Y ya ves que no fuiste más que otro hito en mi historia de desgracias. Se suponía que yo no tenía que escribir de lo bueno, de lo bello, que eras vos. Siempre creí que lo bello es indescriptible y que no podés ahondar en él sin terminar en un cliché. Lo trágico, en cambio, permite más licencias poéticas. Lo grotesco, lo monstruoso, lo abismal, eso sí vale la pena, eso llena páginas sustanciosas. Y todo eso me lo regalaste, así que gracias.
Ahora tengo tanta monstruosidad, tanto abismo, que no sé qué hacer con ellos. No sé por dónde empezar a vadearlos, a reconstruirlos, a describirlos. La escritora bloqueada, la escritora fallida. La comunicadora sin palabras.

La charla seguía como en segundo plano mientras mi mente iba a mil y mi corazón…bueno, mi corazón nada. ¿Qué clase de charla podríamos tener nosotros, además? Hola sí, ¿me explicás cómo te volviste un torturador medieval capaz de abandonarme en medio de un ataque de pánico? Pero no quiero escribir de eso ahora. No es tiempo aún. Cuando te escriba será desde el principio, la historia del borrego que se hizo lobo tan gradualmente que no me di cuenta hasta que me saltó a la yugular.
Borrego. Sabés que me encantaría resignificar esa palabra, ¿verdad? Arrancarle la capa de sentidos que le había dado y otorgarle otra. Me gusta esa palabra, no creo que la merezcas más. Fue mi idea además. Al fin y al cabo, no es más que un significante atado a un sentido de manera arbitraria y convencional por mí, ¿no? ¿Eso significa que puedo atar el significante a otro significado, crear otro signo, desterrar el anterior? (Saussure no me mates por este uso apócrifo de tu teoría).
¿Y si creo un signo nuevo?
Pero, ¿era un mero signo? Nos olvidamos del apego emocional de los signos, algo que poco se ha estudiado. Digo, para mí el significante “borrego” acolchonaba una serie de significantes donde cobraba sentido, una cadena significante que tenía nombre y apellido y correspondía a ciertas emociones.
Quiero que acolche una nueva cadena, al decir de Žižek (ah, la comunicadora filósofa). Quiero formar otra cadena con otro nombre, otro apellido, otros significantes, otra interpelación.
Si sólo es un signo, si sólo sos un signo, ¿qué me impide olvidar?

Irreconocible. Esa era la palabra que me daba vueltas en la mente. Cuando una persona se convierte en un extraño, en alguien que no podés reconocer, en alguien con quien parece que nunca compartiste nada… ¿qué hacés?
Te deja knock out. Todo recurso al que puedas apelar es inútil. Todos mis recursos fueron inútiles con vos. Tanto esfuerzo, tanto amor al pedo. Tanto Eros, tanto Thanatos, para qué, si no me quedé ni con uno ni con otro. No me bancó el amor ni la muerte, me quedé en el purgatorio y sabés que aborrezco la idea del purgatorio, que es una mitad de camino que me enferma. Y no me refiero a la clínica, aunque podría. Me refiero a mi limbo emocional, a mi nada, a mi agujero negro sentimental.

Y hablando de los recursos llegamos al final del sueño, que con eso tiene que ver.
Aparecía Adonis, ¿sabés? No sé por qué pero caía Adonis y ahí sí que se me daba vuelta el puto mundo porque tenía alta epifanía.
Pensaba. Pensaba que había usado todos mis recursos con vos (y que habían sido inútiles). Pensaba que te había dado todo, que todo lo había sacrificado para darte lo mejor de mí. Te escribí las cartas más bellas (y poco dignas, hay que reconocerlo), te abrí las puertas de mi casa y de mi vida, me esforcé por superar la mierda, te ayudé a superar la tuya y te banqué todos los traumas (como eso de no apagar la luz, ¿o ya te olvidaste?).
¿Sirvió para algo?
Claro que no.
Si igual te fuiste, me abandonaste en la clínica para morirme, me reemplazaste. No es una pasada de factura eh, es una somera descripción de eventos.
Me acuerdo que en el sueño pensaba que lo nuestro había sido especial como (atenti a la metáfora onírica porque es un estallo) un vino añejo o el licor maya que me traje de Río Secreto. Y que si algo tan especial se había muerto tan rápida y abruptamente…todo podía morir de un momento a otro.
Amistades, vínculos, romances. Todo se puede morir rápido conmigo.
¿Por qué?
Vos mismo me lo dijiste, como el otro antes que vos: no sos suficiente, Malena.
No soy suficiente. Nunca fui ni seré suficiente.

Y entonces, ¿qué?
Nada. Lo miraba a Adonis y entendía. Entendía que no puedo aspirar alto, ni bajo, ni a ras del suelo. Que no puedo aspirar a nada porque todo es perecedero y encima conmigo se muere más rápido. Soy una parca emocional, mato vínculos a la velocidad de la luz.
Lo miraba a Adonis y me repetía lo mismo de siempre, mirá que semejante ser va a pensar que sos suficiente siquiera para mirarte. Siquiera para tocarte. No alcanzás ni para eso, por algo todo son excusas, por algo nunca se ven. Mirá que te van a mirar a vos, ridícula, falsa Afrodita, diosa de la nada. Dejá de soñar, dejá de creer, dejá de esperar.
Esperás demasiado para ser una criatura abismal e insuficiente, Malena.
Y eso es tu culpa, ¿sabés? Me hiciste creer, por un tiempo, que era suficiente, que podía aspirar a no dormir sola y a no tener pesadillas, que podía aspirar a Eros, que podía, que sí, que era posible. Y después me reventaste la cabeza contra la pared.
Gracias por el desengaño, por la historia, por el abismo. Mirá que me enseñaste mucho, pero hubiese preferido no saber. La gente ignorante siempre es más feliz y yo quiero ignorar.
Ahora no sólo soy un ser insuficiente sino torturado, que vive en la agonía de las pesadillas, de las epifanías oníricas, de la memoria prodigiosa.

Mis torturas son dos: ser como Funes el memorioso y no olvidar nunca. Y nunca ser suficiente.

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