12.12.15

Volveré y seré un avestruz.

Sí, soy excesivamente miedosa y no, no puedo hacer nada al respecto. Sentir cosas y no saber decirlas es una maldición fuera de mi control por completo. Siempre fue ésta mi forma de decir las cosas y cuando funcionó…bueno, duró más de tres años, digamos que tengo que darle crédito y volver a intentarlo. Así que he aquí la vorágine emocional de los últimos tiempos, a pesar de que había dicho que no iba a ponerle cosas personales al blog. Je suis chaos.
La posta es que cuando nos gusta alguien y/o nos enganchamos (no voy a decir la otra palabra con e), nos ponemos de lo más pelotudos. Somos todos Stephen Hawking o el heredero de Albert Einstein hasta que el puto de Cupido nos deja de un flechazo con las neuronas de una Xipolitakis. Nos creemos todos re capos, pero nos pica el bicho y de repente todo es color rosa Barbie, ves unicornios, arcoíris, todo es flores, corazones, y pasa Axel volando, tirando brillitos y cantando “Celebra la vida”. ¿Exagero? No sé si soy la indicada para decirlo. Decidan ustedes.
El punto es que desde hace un par de meses vengo re pelotuda, colgada, desconectada del mundo y viviendo en su maravilloso planeta (ahhhhh el manuscrito tenía el nombre cagona, ¿no lo vas a poner?). Ah y no quiero bajar, gracias, estoy bien…o no. Ahora, ¿cuándo me autorizaron a aterrizar acá, a instalarme? ¿Lo sabe, le cabe, qué piensa? Oh, misterio, acertijo, enigma, Houston tenemos un problema.
Igual vengo pelotudísima (que Carmen Barbieri no ose robarme el término para hacer una revistonga berreta en Carlos Paz), haciendo todas las pequeñas escenitas y estupideces que hacemos cuando alguien nos gusta un poco…bastante…bueno, se entiende. El que dice que no lo hace miente descaradamente: todos tenemos nuestras pajereadas relativas a la persona en cuestión que si te agarra un psiquiatra te empastilla y te manda en camisa de fuerza al loquero más cercano.
Hace unas semanas, ejemplo perfecto que se parece a lo que estaba sucediendo hace unos minutos, la estupidez n° 1. Hablarle para mí es todo un tema aunque sepa que está todo piola y que, aunque sea en teoría, todo marcha bien Milhouse. Simplemente me da miedo, ¿qué pasa si lo interrumpo haciendo algo importante? ¿Y si estaba durmiendo y lo despierto? ¿Si simplemente no tiene ganas de hablarme? ¿Si no le gusto? Blah blah y preguntas minitoexistenciales aparte, junté valor, encontré la excusa para no parecer desesperada y le hablé. Paso dos, la espera: cinco minutos, diez, quince, media hora, una hora, DOS HORAS. Mi malhumor iba en aumento, se despertaba la enana maldita en un peligroso in crescendo onda huracán Malena a punto de tocar tierra…y entonces me contestó, se pinchó la bronca, sonrisita boba mode on, todo está bien, corazones, flores, Axel cantando. En dos horas me peleé y me reconcilié y él ni enterado; hoy, situación similar, me puse a releer esto y me terminé de decidir por publicarlo porque no sé clavar vistos ni dar ultimátums ni mucho menos decir las cosas de frente.
Estupidez n°2, audiciones de vocalistas, nervios, tweet alusivo y posterior mensaje de buena onda mandando suerte (cute detail). Audición y dobles vibraciones del celular mediante seguimos hablando. Ahora, necesito aclarar que a veces hablar con el socio se me va de las manos hacia charlas bastante interesantes. En un mundo donde muchos pibes no suelen poner en marcha sus neuronas, él es muy inteligente y cerebro mata cualquier estándar que usen las demás para fijarse en alguien. Es desafiante que te hagan pensar de verdad desde otro lado y no sólo responder mecánicamente con monosílabos. Tiene, además, una capacidad de síntesis muy envidiable que le permite poner en un párrafo o en 140 caracteres cosas profundas que me dejan mirando la pantalla con cara de imbécil. Decir mil cosas con treinta palabras es talento, no hay vuelta. Yo no puedo, creo que se evidencia en el largo de este texto mismo.
Volviendo a la estupidez n°2 (estupidez n°2 bis, todas las flores que le eché arriba, ¿qué te pasa, cursiboba?), charla va, charla viene, arte, carrera, mambos filosóficos nocturnos y de repente no entiendo por qué el mensaje fue “Parece que te hicieron mierda”. Me quedé helada. Cinco palabras capaces de catapultarme al borde de eso que pensaba que no estaba… ¿tanto se nota? Mirás al abismo, el abismo te mira a vos, ¿por qué carajo le damos tanta importancia a un comentario random? Cambiamos de tema, todo está bien, todo es genial, no le iba a andar diciendo “Hola, sí, nos vimos una sola vez, me cabés y te voy a escupir en medio minuto todo lo que me pasó antes para asustarte y que rajes”. Pf, en qué universo cabría semejante oración. Y sin embargo me quedé pensando (ven que me deja sacando humo de la cabeza) en el cagazo que tengo, en el peso que tiene, y en lo pelotuda que soy si ante cada cosa me asusto y me quiero esconder debajo de la cama. En que no podés vivir con miedo y tarde o temprano tenés que dejar de jugar al avestruz y salir de tu agujero hobbit hacia el mundo real (#ClaudioMaríaDomínguez).
Estupidez n°3, que no sé a quién corresponde realmente pero se me hace necesario intentar desembrollarlo; igual creo que cada quien tendrá que hacerse cargo de su parte. ¿Qué es esa costumbre de irse cuando la conversación está en el punto más interesante? ¿Qué es eso de desaparecer en el punto álgido de las cosas? ¿Qué es la pelotudez de intercambiar palazos en la semana pero en el segundo que pongo el pie en Luján todo se diluye? No entiendo eso de que se despida cuando estamos hablando lo más bien o incluso tirando algo que parece ser de lo más interesante; me quedo como estirando la mano y sin agarrar nada, como que estoy a punto de tocarlo…y se diluye en el aire, pff, humo de colores, fantasmita, Casper. Ni hablemos de que yo sea capaz de llevar la voz cantante, porque nos morimos de hambre esperando que me anime a moverme. La gente asume que tomar la iniciativa es coser y cantar, pero si yo agarro la aguja termino cosiéndome las cuerdas vocales y créanme que no voy a tener ni la más pálida idea de cómo sucedió.
No entiendo los ni, los grises. Entiendo los sí y los no, los blancos, los negros, y la gama amplia de colores que se pueden definir en medio de ambos. Ahora bien, los grises me desesperan porque son la nada misma. No entiendo si la no concreción es falta de tiempo, de valor, o de interés (que puede suceder y todo piola, pero necesitaría saberlo para dejar de ser la pesada que insiste al pedo). No estaría entendiendo nada, y cuando no entiendo me da miedo y me pongo a la defensiva. Y además, no sé si pueda tolerar mucho tiempo más a Axel cantándome cerca sin saber si tiene razón o tengo que hacerlo mierda de un hachazo y que se vaya a celebrar la vida a otro lado, si puede.
Como no sé decir las cosas de frente porque nunca aprendí quizás tengo que escribir este testamento en vez de simplemente poder mandar un “Che, ¿querés que vayamos a tomar una birra?”. Como no sé decir eso, y tampoco puedo demostrar interés de la manera normal porque normal no soy, ni sé clavar vistos, ni dar ultimátums, ni hacerme la sexy, ni chamuyar y ni hablemos de ser valiente y mandada, hago esta cobardía. Porque capaz parezco tranquila pero en el fondo tengo preguntas, tengo miedos, tengo dudas, y me siento tironeada, amén de que además no sé manejar tanta vorágine minitah en tan poco tiempo. Tironeada entre mis ganas de hablar por Whatsapp como paso adelante y mi orgullo/yonolotengoquehacerquelopidael, tironeada entre mi pánico al rechazo y mis ganas de sincericidio, tironeada entre lo que me dicen los demás y mi propia percepción, y tironeada entre mis ganas de hablarle y esa voz interna que me dice que me tengo que calmar y dejarle su espacio de silencio. Aunque me muera por preguntar si está vacante el espacio de la persona con quien compartirlo.


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