8.3.16

¿Feliz día?

            Ocho de marzo y me empiezan, ni bien llegan las doce, a llover saludos de personas de las cuales he escuchado comentarios machistas en demasía. Pasa otro día de la mujer en el que se pretende tapar con flores, bombones, y promociones de tarjetas el dolor, la violencia y la opresión. Sigue pasando el tiempo, y yo sigo teniendo miedo de salir a la calle cuando me pongo algo mínimamente “revelador”. ¿Realmente, feliz día? ¿Les parece?
            Yo no quiero flores, bombones ni regalos. No quiero descuentos en restaurantes y peluquerías ni sorteos de locales de ropa de marca. No quiero que sigan banalizando y simplificando este día como banalizan nuestra entera existencia…aunque no me extraña ni un poco el intento.
            Toda la parafernalia de celebrar el día de la mujer como quien celebra el día de la primavera es una manera bastante perversa de intentar conformarnos mientras los aspectos claves de nuestra situación de género siguen exactamente igual que antes, mientras las ruedas grandes giran, nos condicionan y nos aplastan.

            En primer lugar bueno sería recordar la verdadera razón que hace que este día sea proclamado “de la mujer”, o quizás las razones en plural.
            Desde la mujer en la antigüedad, con referentes reales como Hipatia de Alejandría, matemática y astrónoma asesinada, o referentes literarios como Lisístrata, pasando por la Revolución Francesa y su toma de conciencia femenina, se encuentran hitos de la lucha de la mujer a lo largo de la historia…cuando el relato oficial lo nombra, claro está. Sin embargo, las primeras referencias al Día de la Mujer tienen que ver con luchas mucho más actuales, de la mitad del siglo XIX en adelante, y sobre todo con referencias muy arraigadas en el movimiento obrero y el sufragio femenino. Si bien se tiene en cuenta el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist en Nueva York el 25 de marzo de 1911 como una fecha clave para la proclamación del Día Internacional, porque evidenció las terribles condiciones de trabajo que tenían que soportar las mujeres, lo cierto es que varios grupos obreros y feministas ya venían luchando desde principios del siglo XX celebrando el Día de la Mujer en fechas diversas: Estados Unidos en 1908 y 1909 por el grupo de Mujeres Socialistas, seguida por la proclamación del Día Internacional de la Mujer en 1910 en la Segunda Conferencia de Mujeres Socialistas en Copenhague. Figuras tan importantes como Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin y Nadezhda Krúpskaya son responsables, entre otras tantas mujeres militantes, de esta declaración. Un poco más tarde, tras el incendio y con la participación del género femenino en las Guerras Mundiales y la Revolución Rusa, el Día Internacional de la Mujer fue cobrando más fuerza.
            Claramente que está muy bueno conocer por qué, pero no nos alcanza que se hagan los superados y pongan un lindo post con una foto de época recordando a un grupo de mujeres luchadoras. Aunque la base para entender nuestros reclamos sea conocer la historia del movimiento y de la fecha, la verdadera necesidad de las mujeres en este día pasa por otro lugar mucho más estructural que el mero recuerdo de una cronología o de una sumatoria de sucesos. La necesidad más profunda y acuciante de las mujeres en nuestro tiempo es ser reconocidas como seres humanos de igual condición que cualquier hombre, en todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas. Parece tan poco, tan lógico, tan cercano al sentido común, y sin embargo nos falta todavía un larguísimo camino hacia la equidad concreta y verdadera.
            Para empezar deberíamos entender que los avances que se lograron hasta ahora, si bien son valorables, no son suficientes. Existe, en ese profundo nivel estructural al que me refería, un sistema de valores y de jerarquías arraigado en nuestra sociedad occidental que determina quién está por encima de quién, y quiénes se llevan la peor parte. Nombro esto porque he escuchado que “por qué no hay un día del hombre” o “los hombres también sufren violencia de género y ustedes no dicen nada”, o incluso peor “ustedes quieren ser superiores, son hembristas y feminazis”. Em, no. A ver si nos entendemos: la violencia de género está sostenida por un sistema de dominación patriarcal en el cual el sujeto promedio que ejerce la dominación es el hombre blanco heterosexual. Dicho sujeto no puede sufrir violencia de género cuando es quien detenta el poder para ejercerla a través de los privilegios que le da su posición. Es la misma lógica torcida que quiere sostener el racismo a la inversa, que tampoco existe. Cuando pertenecés a la casta que detenta el poder, puede que recibas un comentario agresivo, pero está individualizado y queda ahí. Lo grave del racismo y el sexismo es que tienen como base un sistema social que se mantiene prácticamente intacto hace siglos: vos, mujer a la cocina, o vos esclavo a limpiar; yo, hombre blanco, a las actividades cultas y elevadas, a la vida social. Y el comentario agresivo hacia la mujer u hacia otra raza no queda ahí, sino que se replica en políticas de Estado, en desventajas en los lugares de empleo, en violencia de varios tipos, en diferencias en el acceso a derechos básicos.
            Aclarado esto, que me parece clave, lo que una verdadera feminista busca es el reconocimiento de su condición de ser humano con iguales capacidades que cualquier hombre. No se busca la superioridad, sino que se acepten nuestras diferencias sin perder la equidad. No creo que haber nacido con un útero me impida ganar lo mismo que un hombre si hago la misma tarea, por ejemplo. No creo tampoco que existan carreras universitarias que una mujer no pueda seguir porque “son de hombre”. Mi útero no me condiciona como ser humano, ni afecta mi inteligencia, ni me convierte en inferior. Soy igual que vos, hombre, pero con otra anatomía. Sigo siendo un sujeto con derechos, aunque no me los respeten.
            En esa equidad entran un montón de cuestiones, no solo el ámbito profesional. La más grave en nuestro país últimamente es la violencia física, concreta y palpable que sufren muchísimas mujeres. Cuenta como una cuestión de no equidad porque dentro de esta sociedad machista las mujeres estamos concebidas como madres, como novias, como compañeras sexuales, siempre dependiendo de un hombre y siempre debiendo estar pendientes de atenderlos. En palabras más brutas, somos un objeto a poseer que sirve para el placer masculino, la reproducción, y las tareas domésticas que un hombre no se quiere rebajar a hacer. Y cuando “osamos” rebelarnos, la respuesta es la violencia, porque el hombre teme lo que no puede controlar y ejerce sobre él la violencia para compensar su dominación amenazada. La mujer no es completamente dueña de su cuerpo ni de lo que le sucede, sino que ve ultrajado su derecho a decidir desde que nace hasta que muere, a veces incluso a manos de su frustrado dominador.
            Ya sea con un comentario sexual en la vía pública, ya sea con la violencia de género física, pasando por la violencia obstétrica de la que no se habla y otras tantas aristas, la mujer ve constantemente cómo su cuerpo es apropiado por terceras personas, generalmente hombres (aunque hay casos de mujeres que reproducen las lógicas de la violencia machista). En lugar de enseñársele a los hombres que el cuerpo de la mujer es exclusivamente de su propiedad y que nadie excepto ella puede decidir sobre él, se nos enseña a nosotras a vestirnos recatadas porque nos puede pasar algo, a no salir de noche porque es peligroso, a no ir solas a determinadas zonas, a no protestar cuando pasa algo porque bueno, algo habremos hecho. NO. Mi cuerpo es MÍO, y yo quiero poder decidir sobre lo que le sucede. Entonces, si yo no te digo que sí, mi cuerpo no se toca, no se agrede, no se apropia. Este cuerpo es mío y que la sociedad machista pretenda otra cosa no es motivo suficiente para que me peguen, me secuestren o me asesinen.
            Quiero decidir sobre mi cuerpo. Quiero que los hombres me respeten en todo ámbito, como corresponde. Quiero caminar por la calle sin ser acosada por comentarios desagradables (porque no, no me importa saber qué te parezco, ni tu apropiación de mi cuerpo). Quiero que se reconozcan mis derechos como mujer, como sujeto, como simple ser humano, como quiero que se reconozcan los derechos de todas las minorías oprimidas que pelean por la equidad en algún sentido (etnias, la comunidad LGBT+, trabajadores precarizados, sectores vulnerables). Quiero vivir en paz con las mismas posibilidades que un hombre puede tener sin que se le cuestione nada.
            Como toda persona que esté mínimamente atenta a los sucesos del día a día sabe, nada de eso se cumple. Por eso yo dudo, y no afirmo un “Feliz Día de la Mujer”. Seguiré dudando porque es la manera que encuentro para intentar correr un milímetro el velo de superficialidad que se le da a este día y a nuestra lucha entera. Mientras haya mujeres que sufran la opresión machista, habrá que seguir dudando, porque en el momento en que dejemos de dudar habremos dejado de pelear.

         Entonces… ¿feliz día? ¿Les parece?

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