No es la primera vez que salgo llorando
de Emme. Pero son dos angustias incomparables, y definitivamente me quedaría
con la primera si pudiera elegir. El problema es que no puedo elegir, porque
siempre hay alguien eligiendo por mí, decidiendo unilateralmente y cagándose en
todo. El problema es que hay cosas que no se eligen y no podés dominar lo que
sentís ni por quién.
Intenté no escribir nada, me guardé las
frases que me venían a la mente en algún cajón del fondo y quise reprimir las
ganas para no hacer esto público (o visible al menos, si no público). Pero ya
no aguanto más, necesito vomitar párrafos y párrafos de la misma mierda que
vengo intentando soportar. Y sí, a vos te digo: si por alguna razón entraste y
te jode lo que leés, andate. Tengo la “libertad” de decir lo que se me cante el
forro de los ovarios. Por lo menos concedeme eso, ya que ninguna otra cosa estás
dispuesto a soltar si se trata de mí.
Estaba todo bien, o al menos bien dentro
de los cánones de este momento de mierda de mi vida, que quiere decir que
estaba dopada y sin sentir, por eso más o menos tiraba. Yo no sé qué carajo
pasó. En un minuto estaba bailando, y al otro estaba parada en una esquina del
patio de Emme, sintiendo que no pegaba con el ambiente de gente enfiestada, que
algo no encajaba y ese algo era yo. Empecé a sentir que la gente me ahogaba,
que el olor a pucho me envolvía, y que hasta la música era un ataque personal.
Se, hasta las letras berretas del reagguetón y la cumbia me hacen llorar, estoy
hecha un asco. ¿Ves por qué quiero que te lleves la música? La música me hace
mal. Toda la música me hace mal, sea Aqua, el Chaqueño Palavecino o la
Sinfónica de Londres. No lo soporto, quiero ensordecer por un tiempo. Tu música
es mi música, tus libros son mis libros, tus recuerdos son los míos. Tu
fantasma es demasiado corpóreo, casi real. Tan real que lastima, pero no lo
suficientemente real como para abrazarme y hacerme feliz.
No es la primera vez que esquivo a mis
amigos, que recorro esa cuadra tragándome las lágrimas, que me subo al remís
haciendo fuerza para aguantar hasta llegar a casa para seguir llorando. Casi
que no puedo. Encima el remisero era muy amable, y yo queriendo sacar una
sonrisa falsa de algún lado (si pude hacerlo, agradezco a mis clases de
actuación). No, todo eso ya pasó antes.
Pero sí es la primera vez que llego y
agarro la computadora a las seis de la mañana para escribir boludeces en un
blog que nadie va a leer, que nadie va a ver como una alerta, que nadie va a
tomar en cuenta como una luz roja. Sí es la primera vez que busco un encendedor
y no lo encuentro, que me conformo con fósforos, que los prendo a escondidas y
hago algo que jamás pensé que podría.
Bienvenido a mi pozo de autodestrucción.
Bienvenido a mi cabeza, donde tus palabras más crueles y las imágenes más
punzantes flotan en un loop que no para jamás y me desespera, porque no me deja
un solo segundo de paz. Bienvenido a las náuseas, al saltarse comidas, a las
muñecas lastimadas, al odio profundo por mí misma. Hola, bienvenido a mi vida
después del cisma que me provocaste (y que en realidad debería llamarse Cisma -vos-,
pero no se me canta poner el nombre). Bienvenido a mi dolor, al dolor que
querés negar y que a mí me consume entera. Bienvenido, acá siempre sos
bienvenido.
Creo que podría salir si alguien me
tirara una mano. No es que no las tenga, hay varias personas intentando
levantarme desde el fondo. El problema es que no son esas manos las que yo
espero, las que necesito…aunque si fuera por las manos que necesito, me pudro
en el fondo del pozo por el resto de mi triste existencia. Nah, nadie te salva,
nunca: si no podés salvarte sola, es mejor que te acostumbres a la oscuridad y
la humedad.
Me miro la muñeca izquierda, manchada de
negro y enrojecida por abajo. Ya no puedo llorar, estoy bastante seca de
lágrimas, pero sigo pensando las mismas cosas, y son las mismas imágenes las
que me llenan de náuseas, de rabia, de impotencia, de humillación, de odio.
¿Qué duele más, por afuera o por adentro? ¿Qué es peor, estar deprimida o
saberse muerta? ¿A alguien le importa? ¿Alguien hará el esfuerzo de quererme?
Estoy completamente rota. Nunca me sentí
tan frágil, tan inútil, tan innecesaria, tan insignificante y minúscula. Tan
fea, tan descartable. Y nadie quiere a las minas rotas…es que somos muy
cargosas: lloramos mucho, dormimos demasiado, no queremos hablar, no queremos
salir, no nos sale reírnos, estamos enfuladas, y todo, TODO, nos causa dolor.
Pobre Mauro. Creo que no se esperaba una
loca de mierda como yo. Más bien, una rota de mierda. Y realmente hasta
chaparse a una rota es mucho trámite. Pobre flaco, lo compadezco por haber
creído ver a alguien donde sólo había un bollo de dolores tapado con alcohol. Y
poca ropa, eso lo tengo que reconocer. Pobre pibe, ojalá no se haya sentido mal
por mi culpa. Bah, qué flasho, ni le importó.
Quisiera saber quién me lee, que me
digan que están ahí (veo las visitas…), que me tiren un salvavidas en forma de “che,
acá estoy si me necesitás” o “no me gusta que estés mal, ¿puedo ayudarte?”.
Nah, pido imposibles. Las nuevas modalidades de relacionarse implican nulo
compromiso, nulo interés, y una completa indiferencia hacia el equilibrio
mental de la gente. O eso me enseñaste vos, de la peor manera…
¿Te acordás que yo tenía tres
convicciones? Bueno, capaz te interesa saber (yo sé que no, pero me sirve como
truco retórico, al igual que hablarte cuando lo más probable es que no me leas)
que las convicciones uno y tres siguen completamente vigentes. La dos me la
tiraste de un plumazo, cuando yo creía que mis buenas intenciones todavía
tenían alguna clase de valor. Pero bueno, ya podré reemplazarla con algo del
estilo que me haga funcionar. Por ahora creo que no importa. Últimamente me
importa dormir, y lo demás me parece secundario.
Y mientras espero cosas que sé que no
van a pasar (que yo te importe, que alguien me quiera, que algo me salga bien),
huelo a quemado y estoy llena de hollín, con el maquillaje corrido por el
llanto y la cabeza a mil. Miro la pantalla del celular una y mil veces con una
esperanza bastante infantil, para después mirarme la muñeca otra vez y volver a
empezar el ciclo.
Bienvenido a mi pozo de autodestrucción.
Perdón por el olor a fósforo, pero es un mal necesario que me recuerda que
todavía estoy acá…y vos no.
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