24.2.17

El silencio de las corderas.

            Últimamente entre las pelotudeces machistas que una tiene que escuchar está un discursito muy particular que hace que se me hiele la sangre y me suba el reflujo hasta la garganta. Así de gráfica la reacción.
            El siguiente párrafo es un pedazo de un comentario en una publicación de Facebook, en el cual una víctima de abusos varios por parte de su ex pareja compartía su testimonio y el de otras mujeres también violentadas por él. No fue el único comentario desagradable pero fue el que peor me indignó y el que más me llevó a pensar. ¿Quieren saber lo peor? Quien escribió el comentario es una mujer (evidentemente más machista que muchos machos). En fin, es el siguiente:

“Hay mujeres que realmente son abusadas. Si te abusan no querés seguir viendo a tu abusador. “
            En primer lugar, es preocupante su presunta distinción entre un abuso que es “real” y uno que no lo es. ¿Acaso el abuso psicológico no es abuso? Ah claro, me olvidaba que si no deja moretones no es real, que si no te mata no vale la pena tomar la denuncia desde la fuerza policial, y que todas las secuelas que deja un abuso que no se puedan ver no son “reales”. Cómo se nota que no son ustedes quienes noche por medio se despiertan temblando porque las pesadillas no los dejan dormir en paz, o que cada tanto se notan pensando sobre ustedes mismos en términos no muy simpáticos que no les pertenecen en lo absoluto.
            Déjenme aclarar algo: el abuso no solamente es sexual o físico. Hay formas sutiles y otras más obvias, pero NINGUNA de ellas deja de ser abuso. Sea éste psicológico, físico, patrimonial y/o económico, tecnológico (nombre que suele designar al control de redes sociales y dispositivos de la víctima), simbólico, o sexual, es abuso acá y en todas partes. Que sea reconocido institucionalmente es otra cuestión, pero es abuso. Punto.
            No existe un abuso “real” y uno “ficticio”. Si sucedió, aunque sea una sola vez, ya es abuso y ya es muy grave. Y es válido que la víctima se identifique como tal.
            En segundo lugar, la persona que comenta ignora por completo la realidad de una relación abusiva. De saber realmente cómo se juegan las cosas en esa situación, no diría eso. No es tan simple como “si te abusan no lo querés seguir viendo”. Quizás la víctima no se está dando cuenta de que lo que le pasa es abuso, gracias tanto a la naturalización de la violencia dentro de la pareja como a gente como vos, que anda diciendo que hay categorías de realidad dentro del abuso. Quizás cuando se lo cuestionó ya le dijeron que se deje de joder, entonces no habló más. Quizás tiene miedo de dejarlo. No sabés las condiciones en las que está y todo lo que se puede hacer es conjeturar de manera pelotuda.
            Dejar a una persona abusiva y violenta no es sencillo. No es como cortar una relación normal en la que la otra parte se supone respetará la decisión de manera adulta. Estamos hablando de relaciones en las cuales una de las partes no respeta a la otra, la cree inferior, la hace sentir culpable, invalida sus opiniones y creencias y la manipula de maneras retorcidas. Creo que se entiende que no es tan simple como lo afirmaba la señorita del comentario, ¿no?
            En tercer lugar, y lo que más me indigna del comentario en cuestión, es que deja traslucir el discurso que mencioné al principio. Tácitamente lo que se afirma, al decir que hay un abuso “real” y otro que no lo es, es que la mujer que relataba su experiencia no debería quejarse porque otras la han pasado peor. Lo cual es casi tan ridículo como decirle a alguien que no puede ponerse feliz por haber aprobado un final sólo porque otros ya están recibidos de licenciados.
            Qué peligroso decirle eso a una víctima de abuso. Decirle que como otras la tienen peor ella tiene que callarse, que no tiene de qué quejarse…cuando lo que está sufriendo seguro la lleva por el mismo camino que las demás maltratadas. Qué peligroso naturalizar lo que le sucede, que NO es normal y NO está bien. Qué peligroso incitarla al silencio de las corderas, a la sumisión frente a la violencia, a la aceptación sin peros de aquello que nadie debería experimentar. Qué peligroso ser cómplice de la opresión.
            Este discurso me enferma, me hace hervir la sangre y subir el reflujo hasta la garganta, justamente porque es peligroso y cómplice. Cómplice de la violencia y el abuso, de la sociedad que puede hacer desde que sufras acoso callejero hasta darle la impunidad a un macho celoso para matarte. Y que encima creas que lo primero fue tener suerte.

            Lo último que pienso decir, porque ya he sido bastante clara, va especialmente a aquellas que han vivido o quizás viven situaciones similares. No crean que porque hay otras pobres mujeres que sufren acosos más violentos sus experiencias son inválidas. Para nada. Toda violencia contra la mujer se inscribe en el mismo círculo vicioso y todas están relacionadas como una gran red que se sostiene por sí misma gracias a cada una de sus manifestaciones. Eso que muchos naturalizan permite que sucedan hechos que después los llenan de falso e hipócrita horror.
            Sus experiencias son siempre válidas. Si sienten que algo las incomoda, las lastima, o las violenta, y su pareja no lo reconoce o se niega a hablar de ello, busquen ayuda. Si bien el Estado se lava las manos, llamen al 144, denuncien. Hablen con las personas de sus círculos íntimos, de su confianza, pónganlos en alerta. No están solas. Las demás víctimas y supervivientes estamos dispuestas a gritar con ustedes, porque ya no queremos ser ni corderas ni cordiales. Lograr debatir ayuda a desnaturalizar y a entender que el amor no debería ser una tortura.
            Que no te coma el lobo, cordera.            

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