“¿Y si no ganamos?”
“Tenés que
aprender a tomarte las cosas con calma, yo a vos te conozco”.
“No, no te pongas así, ojito con la esperanza, que después te estampás contra la pared”.
“Bajale tres
cambios a la intensidad”.
Frases célebres escuchadas una y otra vez
como un loop inexorable de gente que no entiende, ni podrá entender.
De un lado mi desborde ciclotímico estallando
a intervalos cada vez más cortos, del otro lado el Comité de Arbitraje de Personas
Normales juzgando cada acción y decisión que tome, por pequeña que sea, chequeando
con el VAR a ver si me pasé de la raya realmente, o si vale la jugada.
Y en el medio estoy yo, haciendo
equilibrio en la fina cornisa en la que vivo 24/7.
.
Quién carajo se podrá tomar las cosas con
calma, me pregunto yo, ¿no?
Está bien, acá en Ciudad Neurótica la
calma no es un concepto que se maneje muy a menudo, pero no me van a decir que
no estuvieron nunca en mi lugar.
No me van a decir que nunca los dejó en offside
un par de [censurado por mi propio bien]…A mamá escritora con cuentos mal rematados, no.
No se hagan los superados, que acá hemos
perdido más de una vez la cabeza por eso-que-ya-sabemos.
La diferencia es que yo nunca tuve la cabeza
bien puesta sobre los hombros, y que acá la palabra que representa eso-que-ya-sabemos
está proscrita, es mala palabra.
.
“Se busca: la cordura
de Malena.
Vista por última
vez en 1994, a minutos de su nacimiento”.
No tengo recompensa que ofrecer para
recuperar lo que perdí antes de saber lo valioso que era, ni tengo solución para
el nudo gordiano que armé para vivir sin ella, donde existo sin principio, final,
ni norte.
El nudo es mi propio ser, que une
simbólico, imaginario, real, y otras yerbas.
El nudo soy yo.
.
Y acá estoy, anudando palabras,
escribiendo una vez más las incoherencias que me salen de la cabeza como si
alguien fuese a leerme con un módico interés a pagar en cuotas, como si mis
palabras fuesen moneda de cambio a ofrecer por un pasaje al Mundial de la Normalidad,
exorcismo verbal de una locura vieja como el tiempo y de la que ya sos
campeona.
Como si, como si, como si, la vida en un eterno
“como si” mientras pasa el tiempo y yo no hago realmente nada con todo lo que
tengo.
Resolver pendientes no es hacer.
Hacer sería tirarte a la pileta y patear
esa pelota porque hacer sería hacerse cargo de lo que te pasa, pero lo
veo poco probable, porque ahí abrís la puerta al juego y vos no querés jugar.
Vos querés ganar el partido sin jugarlo, y
eso no se puede.
Los pingos se ven en la cancha, pero vos
le tenés terror al pasto, aunque sabés que el equipo contrario te está
esperando para dar la batalla.
.
Porque, a ver…soy loca, pero no como vidrio.
Puedo preguntarme hasta el hartazgo si lo
que estoy viendo es real, y también puedo preguntarme qué vendría a constituir
el estatuto de lo real en este mundo distópico, caótico, neurótico como yo.
Bueno, neurótico, lo que se dice
neurótico, no. Más bien…limítrofe. Pero divago, as usual.
Podría dudar de mis capacidades como
narradora de los hechos que me involucran, podría dudar de mi memoria, de la lectura
de esos ojos, de lo que dicen por ahí, de las palabras y las tiritas de
notificaciones que no se las lleva el viento porque viven capturadas en el instante
de una foto digital.
Puedo y podría, pero no vale la pena, porque
los hechos son los hechos.
Puedo hacerme gaslighting hasta
convencerme de que nada de lo que vi es real, y aún así, seguiría siéndolo.
Aunque no lo creyera.
Pero entonces no actuaría y perdería el
partido por walk-out, que no sé si no es peor que perderlo habiéndolo
jugado honestamente, cuando sabés que el equipo contrario, de nuevo, ya está en
su posición.
Aceptaron jugar este partido, lo que
debería indicarte más o menos tu posición en este fixture errático de
figuras fantasmagóricas.
Estás en la liga, porque si no, no habrían
venido a jugar.
.
Ajjj, qué metáfora desagradable, forzada,
tirada de los pelos en este texto unido solamente por la fe colectiva de mis 45
personalidades, se nota que de fútbol no entiendo un carajo, aunque mi
limerencia trastornada y siempre al límite haga que esté temporalmente en modo
termo Lumilagro aguante la Scaloneta DALEEEE BOOOO.
De muchas cosas no entiendo, y de otras me
hago la que no puedo ni quiero entender, pero entiendo muchísimo más de lo que
querría.
Gajes de ser una habitante limítrofe de
cornisas emocionales finitas como la línea que me separa del barranco
psicótico.
La maldición de vivir en la cornisa es que
ves las cornisas ajenas, y les gritás sin ningún tipo de utilidad que cuidado,
que se van a caer.
No te escuchan, pero vos lo intentás.
La maldición de vivir en la cornisa es que
nunca sabés si te vas a caer en un colchón salvavidas, o si te vas a romper el
cráneo contra el asfalto.
Ahhh pero bien que siempre querés saltar, maniática.
Ya te gustaría saltar.
.
No estoy yendo a ningún lado en particular con estas líneas erráticas porque con este texto no pretendo ganarme el Nóbel de Literatura, ni ningún premio auspiciado por malvadas corporaciones editoriales. Le sobran emociones, le sobran comas, le sobra fútbol, y le falta hilo conductor.
Mis pingos literarios se verán en otras canchas, esta cancha es solo mía (¿lo es?), y está para ordenarme las ideas, despejarme la bruma mental, y salir de una vez a dar el puto partido en el que solita, solita y por mi propia voluntad, decidí meterme.
Nada de lo que estoy escribiendo tiene
sentido porque nada de lo que estoy sintiendo viviendo tiene sentido, y
si mi mente no tiene el famoso hilo rojo de la coherencia cósmica y kármica
(dhármica no, por favor, eso sí que no), no lo tendrá nada que salga de ella,
ni nada que salga de mí, que vendría a ser lo mismo.
Nada de lo que estoy haciendo ni
escribiendo se parece a nada de lo que hice ni escribí anteriormente y eso por
momentos me tranquiliza, y por momentos me espanta.
Porque el equipo contrario tampoco se
parece a nada de lo que haya enfrentado jamás.
En ningún sentido.
Tanto es así que perdería el tiempo intentando
describirlo, porque como siempre sostuve, lo que escapa a la simbolización es
porque sabe que los intentos de simbolizarlo serían no hacerle justicia.
Bue, bancá la mecha, futbolera falsa, poeta
de segunda, lacaniana desencajada, limerente y demente que sueña despierta con
lo que de noche no puede.
Eso sí estuvo de más, pero lo dejo, porque
a los actos fallidos se les pone el pecho.
Podré no hacerme cargo de muchas cosas,
pero de las asociaciones libres de mi inconsciente nunca he renegado, y como
dicen por ahí, plata y miedo nunca tuve.
.
Siento el vértigo en la entrada del
estómago, el calor del verano de Buenos Aires, los acordes de una canción que temo
reconocer, la ansiedad de unos cuantos millones de argentinos puestos en un
lugar…y la mía en otro, aunque creo que a fin de cuentas es casi el mismo.
Juegan Argentina – Países Bajos.
Dudo, respiro hondo…y juego yo.
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