9.4.17

La impunidad de lo evitable.

            Si les tengo que decir la verdad, ya no quiero escribir esto. Ya no quiero, no más.
            Se me van las ganas de creer en poder propiciar un cambio cada vez que escucho cosas así. Cada vez que tengo que abrir un Word para escribir estas cosas se me va un poquito más la fe en la humanidad.
            Si les tengo que decir la verdad siempre creí que era posible que la sociedad cambie, pero con cada piba que nos matan se me muere un poco más la esperanza.

            La encontraron muerta a Micaela y yo ya no sé ni por dónde empezar, porque parece que siempre escribo lo mismo cambiando el nombre de la víctima. Una piba más y van ya… ¿cuántas? Cada una duele como una patada en el estómago. No, peor: en el útero. En el centro de la femineidad me duelen. En el lugar que más nos violentan. En lo profundo de las entrañas.
            Me duelen Micaela, Melina, Ángeles, Lucila, Daiana, Teresa, Agustina, Marisol, Sandra, Noelia, Lola, Araceli, Wanda. Me duelen todas y cada una, y me duelen las que no conocemos, las que para los medios no tienen nombre.
            No hago más que preguntarme hasta cuándo vamos a tener que seguir viendo esto. Hasta cuándo las vidas perdidas, los futuros abortados, las familias rotas, las mujeres en pedazos. Hasta cuándo seremos objeto de la violencia de quien nos ve como objetos y como objetos nos trata. Hasta cuándo una piba muerta cada 18 horas porque nadie hace nada. ¿Hasta cuándo? ¿Alguna vez tendrá un fin?

            Micaela García tenía 21 y una vida por delante. No la conocí, pero estoy segura de que tenía miles de sueños por cumplir, proyectos de vida, metas, cosas que hacer, logros a alcanzar. Tenía todo un futuro por vivir, pero ser mujer parece que te arrebata la decisión de qué hacer con tu cuerpo, con tu vida, con tu misma existencia. Hoy Micaela ya no puede decidir, ya no puede soñar.
           
            Sebastián Wagner admitió que la mató como quien admite haber evadido un impuesto o haberse pasado un semáforo en rojo, como si lo que hizo fuese una infracción menor. Confesó el crimen y dijo dónde la tiró como basura, al costado de una ruta.  Lo detuvieron porque su propia madre le dio el dato a la Policía de que estaba escondido como una rata en la ciudad de Moreno, bastante lejos de Gualeguay. Quiero creer que eso significa que no lo defiende, que no lo justifica. Quiero creer pero ya no puedo, me faltan las certezas.
            Lo inmensamente triste es que la muerte de Micaela se podría haber evitado. Wagner ya tenía un largo prontuario como abusador y como violento. Tenía dos violaciones probadas y había usado siempre un modus operandi similar, como por ejemplo deshacerse de la evidencia en diferentes lugares y acosar a desconocidas.
            En el 2010 Wagner irrumpió en la casa de una mujer, la golpeó y la abusó. No contento con eso, cuatro meses después decidió secuestrar a una chica en su auto y, usando un arma blanca para amenazarla, violarla en un parque. Por estas denuncias fue procesado y sentenciado en 2012 a nueve años de prisión. Desde ya que podemos decir que es muy poco tiempo. Estoy completamente de acuerdo.
            Pero eso no es todo. Mientras se desarrollaba el juicio descubrieron que ese año Wagner había cometido una tercera violación. Y acá viene lo increíble: el violador acusó a su hermano gemelo de haber cometido el crimen (¿?) y la justicia decidió no hacer el análisis de ADN porque salía muy caro (€130.000). Quedó impune porque impartir justicia tenía unos costos muy altos. Claro, porque ser violada no los tiene…
            Sebastián Wagner tendría que haber cumplido condena hasta julio del 2018. Tendría, en condicional. En julio del año pasado el juez Carlos Rossi le otorgó la reducción de pena y la libertad por “buena conducta”, y el detenido fue liberado, desatendiendo un informe negativo del penal donde estaba alojado donde se desaconsejaba que se aplicara tal medida.
            Tan buena conducta tenía que hace una semana mató a Micaela. Un ejemplo de buenas costumbres y moral, ¿no?
            Ironía aparte, y discúlpenme si no puedo evitarla pero es mi manera de expresar mi bronca y mi dolor, es necesario analizar por qué la decisión del juez Rossi está mal en todos los niveles posibles. Si bien la reducción de pena por buena conducta es un derecho al que pueden acceder quienes son condenados si el juez que tiene su causa a cargo lo decide así, una mirada con más atención muestra que en este caso no debería haber sido aplicada.
            Un violador está encuadrado dentro del conjunto de las psicopatías, trastornos antisociales de la personalidad; como características generales pueden encontrarse las tendencias antisociales, una muy reducida capacidad de empatía, egocentrismo patológico, juicio deficiente e incapacidad para registrar y corregir un error, un carácter desinhibido y la ausencia de remordimientos por sus actos (Hare, Hart y Hamper, 1991). Es necesario aclarar que son trastornos aún bajo investigación y que son vistos de diferente manera según el paradigma, pero las características antes citadas son compartidas por todos ellos.
            En grandes rasgos, un psicópata crea sus propios códigos de comportamiento y sólo se siente culpable si infringe éstos, pero no los códigos sociales, puesto que no se rige por ellos (aunque los conoce y distingue). La anestesia afectiva bajo la que viven les dificulta establecer relaciones de afecto pero también reconocerse como culpables de delitos y arrepentirse de ellos; es importante destacar que la ira, la cólera, la furia y la tristeza sí las pueden sentir, pero casi siempre cuando algún deseo se les malogra, por lo que están egocéntricamente generadas en su propio malestar y no incluyen el ajeno.
            Como todo trastorno de personalidad, la psicopatía se caracteriza por sus rasgos inflexibles y crónicos, es decir, no puede modificarse por experiencia ni por aprendizaje y aunque puede llegar a disminuir luego de la cuarta década de vida, nunca desaparece por completo. Como complemento, un psicópata no irá a tratamiento por voluntad propia, porque no siente que esté enfermo o que necesite ayuda.
            Con lo que expuse arriba podemos empezar a analizar la situación de Sebastián Wagner. Un violador es un psicópata, entonces sabemos que no siente culpa por sus acciones ni las registra como delitos, que no podrá cambiar su conducta ni aprender de la experiencia, y que en general será reincidente sin posibilidad de rehabilitación alguna. Dentro de nuestro sistema penal se prevé un tipo de pena que no es meramente castigo, sino que se busca reinsertar al reo en la sociedad, previo aprendizaje de que sus acciones no deben repetirse. Sin embargo, ¿qué sucede cuando la ciencia nos indica que es un sujeto que no puede ser rehabilitado?
            Acá es donde nuestro sistema necesita urgentemente de la revisión de sus parámetros, no solo por abogados sino por especialistas de la psicología y la psiquiatría que puedan plasmar lo antes explicado en una norma. Si un violador no se rehabilitará y será reincidente, ¿puede realmente volver a la vida normal en sociedad? ¿Es realmente confiable, o debería pasar su pena en una institución psiquiátrica sin ser un peligro para sí mismo y para otros? Son preguntas que la ciencia jurídica debería responder, ayudada de las disciplinas específicas que investigan los trastornos de la mente y la conducta humanas. Sin embargo no es un mero ejercicio académico: por este error judicial se están
cobrando vidas inocentes. No es un debate desprovisto de urgencia ni una charla de café entre doctores en derecho, sino una acuciante necesidad de revisión de las normas que nos afecta a todos. Sobre todo a los colectivos más vulnerables dentro de la sociedad.
            El reclamo acá es que si Wagner hubiese completado su condena, Micaela estaría viva. Es completamente cierto. Pero también es cierto que si hubiese salido con la condena completa, Wagner se hubiese cobrado otra víctima ni bien tuviese un pie en la calle, porque nunca dejará de tener ese comportamiento. Es decir: nueve años para un delincuente que se sabe es reincidente no es nada. Ese tipo de delitos exigen un tratamiento diferente, con una mirada que pueda tratar al psicópata sin poner en peligro al resto de la sociedad. Y lo digo en criollo: no se trata de que me ponga en facha derechista y abogue por penas máximas de cárcel porque sí, porque yo no hago eso. Se trata de un hecho, violó a cuatro mujeres y a una la mató. No creo que sea necesario que diga más.
            El Estado es responsable. El Poder Legislativo es responsable de no emitir una mejor norma. El Ejecutivo es responsable de no arbitrar los medios para hacer cumplir las normas como se debe y para prevenir este tipo de actos. Y sobre todo el responsable acá es el Poder Judicial, que parece emitir los fallos que le vengan en gana beneficiando más al victimario que a la víctima, sólo porque el primero es varón y la segunda es mujer.
            Nuestra justicia ya demostró incontables veces que es un aparato patriarcal y represivo con las mujeres por el solo hecho de que nacieron con útero. Basta con mirar el caso de Belén, recientemente absuelta pero que tuvo que pasar dos años en una cárcel por un delito que no cometió solo por ser mujer y pobre.
            El Poder Judicial nunca nos protege. Nos chillan que denunciemos pero cuando lo hacemos no toman cartas en el asunto a menos que haya una muerte. Y con el cadáver sobre la mesa se justifican diciendo que era una pobre boba que no lo dejaba. Ahora sí, cuando los que peligran son ellos se mueven en un santiamén, porque ellos sí merecen protección y nosotras no (porque ahora la casa del juez Rossi está llena de efectivos policiales que lo cuidan de los escraches).
            Los jueces no hacen transparentes los criterios que utilizan porque éstos no se basan en las fuentes del derecho sino lisa y llanamente en prejuicios machistas y roles de género de la época medieval. En lugar de hacer su tarea con la mayor objetividad posible se dejan llevar por su ideología de machos dominantes que quieren disciplinar a estas féminas rebeldes. Porque el cuerpo de la mujer no se ve como su propiedad sino como un espacio de propiedad masculina que hay que disciplinar y corregir hasta convertirlo en un objeto de sumisión y obediencia. Y la que no cumple, que se banque los golpes, que aguante la violación, que se muera a manos del macho alfa por habérsela buscado como la zorra que creen que era.
            Exigimos que el Estado se haga cargo. Reclamamos un cambio de las normas que benefician a los victimarios y a nosotras nos dejan a merced de sus instintos asesinos. Exigimos que al juez Rossi se le revoque la licencia y se lo castigue por su accionar defectuoso con juicio político y cárcel.
            Exigimos respuesta, porque por más que gritamos que vivas nos queremos el Estado no entiende el mensaje.

                        Señor Carlos Alfredo Rossi, usted también es culpable. Pague por ello.

Firmá la petición para pedir que destituyan al juez Rossi: https://www.change.org/p/congreso-de-la-naci%C3%B3n-argentina-destitucion-del-juez-chacal-carlos-alfredo-rossi-de-gualeguaychu?source_location=petitions_share_skip

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